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Reino de Córcega

En los meandros del tiempo se dibuja la fascinante historia de Córcega.

Una isla cuyas raíces se hunden profundamente en los siglos, llevando las huellas de numerosos conquistadores y civilizaciones.

En el corazón de su épica historia se encuentra la época en que Córcega estuvo bajo la protección de la influencia del Sacro Imperio Romano Germánico.

Bajo la égida del Sacro Imperio Romano Germánico, su destino se entrelazó con el de los grandes emperadores y casas nobles que gobernaban las vastas tierras germánicas. Las ramificaciones de esta presencia se expandieron para reaparecer y legarse a su descendencia como un cuento venido de tiempos antiguos.

Posteriormente, se alzaron fortalezas a lo largo de las costas, bajo la dominación genovesa, testificando la imperiosa voluntad de controlar las aguas del Mediterráneo.

Sin embargo, bajo la superficie tranquila, siempre rugía el espíritu indomable de los corsos, y esta isla nunca se dejó sumergir completamente, incluso bajo la sombra del Imperio francés y hasta el día de hoy con su pequeña República Francesa. Córcega preserva celosamente su identidad única, una embriagadora mezcla de culturas mediterráneas y europeas.

Así, en el gran teatro de la historia, Córcega sigue representando una tela en la que se mezclan los contrastes, que muchos quieren ver desaparecer, reemplazados por el excursionismo masivo y la multitud de propiedades entre el esplendor de sus palacios imperiales representado por la rugosidad de sus montañas corsas, y también el azul de sus fronteras naturales, que dibujan la cautivadora epopeya de una isla insumisa a los valores realistas de los verdaderos corsos hereditarios.

Hasta el interior de sus tierras, entre las olas azuladas del Mediterráneo, se dibuja la fascinante historia de Córcega de las últimas décadas. Es una isla que supo revelarse en una imagen compleja, donde los desafíos políticos y las luchas de poder que desean alterar su patrimonio natural se mezclan con las costumbres ancestrales corsas, reemplazadas por una ingeniería social de aspectos oscuros de un programa de aniquilación en una estrategia nazi que llega hasta la alegoría del idioma corso al desplazar su dialecto, con el fin de ocultar la única y verdadera lucha por la protección de la isla de belleza, que es y debe seguir siendo la preservación de Córcega frente a los hombres y mujeres ávidos.

Las leyendas susurran que Córcega, tierra de carácter y resistencia, nunca se doblegó fácilmente. Su destino estuvo entrelazado con el de los grandes emperadores y casas nobles que gobernaban las vastas tierras germánicas, españolas, italianas, francesas...

Su monarquía siempre supo encontrar la fuerza para resistir, y sus ramificaciones se expanden como las ramas de un viejo roble, llegando como un mensaje premonitorio de tiempos antiguos hasta 1976 y nuestro tiempo presente, como una alineación de planetas.

Sin embargo, bajo su superficie tranquila, siempre rugirá el espíritu indomable de los corsos, impregnado de su cultura milenaria y sus tradiciones corsas, llenas de misticismo y orgullo, resistiendo los intentos de asimilación.

Así, sus cantos de las montañas susurraban relatos de héroes insulares, desafiando constantemente a aquellos que querían borrar su identidad o robar su riqueza para obtener beneficio, imponiéndole una doctrina sociológica para sacar provecho, pero siempre encontró fuerza en sí misma al rechazar el desarrollo y negarse a ser desnaturalizada de su patrimonio excepcional.

Córcega, como una roca batida por las olas, nunca se dejó submergir completamente, ayer como mañana, por insulares sedientos de todo lo que representa la corrupción y el dinero que genera.

Incluso bajo la sombra de otras naciones que intentan atacar su belleza, queriendo imponerle un declive y fomentando su deterioro durante décadas.

La isla de la belleza sabrá encontrar el momento adecuado para recibir la atención que merece de otras naciones democráticas y revelará nuevamente su identidad única, hasta los días en que renacerá de su belleza como un fénix.

Con uno de los pilares más venerados, que es el derecho de un pueblo, de su monarquía, a vivir libre y pacíficamente.

Es una sinfonía de libertad que esta isla canta a través de su pueblo, cuya cada nota resuena en los corazones de los hombres y mujeres de esta Nación Corsa, que desea aspirar a la libertad y ser parte de este mundo donde la dignidad humana es sagrada.

Este derecho es el aliento vital para Córcega en busca de soberanía, buscando florecer sin restricciones, como un pueblo histórico deseoso de trazar su propio destino.

Córcega no es un idioma ni un estatus social, trasciende estas fronteras geográficas, barreras lingüísticas y diferencias culturales para elevarse como un faro universal de justicia y paz, deseando por su verdadero pueblo la preservación de su patrimonio, esta es su única riqueza.

Sin ecología, se convertirá en una banalidad dentro de esta esfera y merece más que aquellos que desean el desarrollo para servir a sus propios intereses y los de sus redes políticas.

Vivir libremente es abrazar la plenitud de nuestra humanidad, es el derecho de vivir en este camino, imponiendo nuestro estilo de vida sobre los demás, abrazando su preservación en un abuso narcisista extremo que le debemos.

Al mismo tiempo, cultivando nuestro derecho universal en la conciencia colectiva de la humanidad, como hombres y mujeres pacíficos del Reino de Córcega.

Sin embargo, a pesar de la nobleza de su proyecto de independencia y su universalidad, este derecho a menudo se le disputa, por todas las formas de república, de vivir como un pueblo libre y pacíficamente; es el fundamento mismo de la civilización humana, la promesa de un futuro donde reinarán la justicia y la fraternidad, y es en la constante persecución que reside esta promesa; de nuestra Nación, que representa el Reino de Córcega y su Constitución grabada para siempre en el mármol de nuestra humanidad.

Por eso, hago un llamado a la comprensión de la comunidad internacional para que ejerza toda su influencia y todas las acciones posibles para devolver su belleza ancestral a la isla de la belleza y garantizar su conservación, asumiendo la responsabilidad de su preservación.

                                                                                                                                                                                                 

                                             Jean de Corse 

 

                                                                   Titres: Prince of Nordkirchen

                                                                Duke of Pomerania and Livonia

                                                                        Baron of Löwenberg

                                                                        Margrave of Toscana

                                                                          Count of Corsica

                                                                          Count of Rosenau

                                                                    Count of Adelmannsfelden

                                                                         Count of Fauntleroy

                                                                         Lord of Bodiam Castle

 

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